El arte es la materialización de un delirio

El arte es la materialización de un delirio

viernes, 11 de mayo de 2018

Entrevista para SOMOS




Por Javier Villamor


-          Escultor como su padre. ¿Lo lleva en los genes o pasión desde la infancia?
Creo que las circunstancias son determinantes. Es cierto que desde pequeño he visto la escultura como algo natural, en mi casa se vivía de ello y lo percibía como una profesión. Con el tiempo, echo la vista atrás y compruebo que mi forma de trabajar es totalmente diferente a la que tenía mi padre, pero la visión espacial, la capacidad de anticiparme para saber qué resultado quiero y el oficio, debe ser heredado. Es difícil para mí valorarlo porque la escultura forma parte de mi personalidad

-          ¿Cuál ha sido su evolución? ¿Siempre ha trabajado el realismo o ha coqueteado con otros estilos?
No soy consciente de haber evolucionado en cuestión de estilo. Desde que tengo conciencia, mis ejemplos a seguir eran los clásicos y de ahí no he querido moverme. Me parece la forma más honesta de hacer escultura, imitar la naturaleza, ensalzar actitudes y sobretodo, que el espectador tenga una visión clara de lo que tiene delante. Sin dobleces, sin estridencias, sin conceptos que se pierdan en la exclusiva visión del artista. No quiero evolucionar si no es para alcanzar la excelencia. Las vanguardias y ese tipo de ocurrencias no las considero evolución, sino involución. Quizá pueda entender a Picasso, a artistas que hayan demostrado que tienen talento para hacer obras maravillosas, y que luego decidan seguir sus instintos o introducirse en las tendencias del mercado. Lo que desde luego nunca haré, será aplaudir a quienes sin haber demostrado nada, manchan un lienzo con cuatro paletadas de acrílico o usan objetos cotidianos para hacer instalaciones

-          Ha hecho cerca de 50 obras para organismos oficiales. ¿Por qué es importante que sus obras sean de dominio público, tratando lo que tratan, en estos tiempos?
Porque no creo en el arte que sólo pueden disfrutar las élites. Lamentablemente el arte tiene un precio, no sólo debido a los costes, que en escultura son especialmente altos, sino porque el artista también cuantifica las horas de trabajo. Al final te encuentras con una obra a la que no todo el mundo tiene acceso, y aunque te queda la satisfacción de que el cliente ha invertido en tu obra, que al final es una parte de tu alma, sabes que esa obra se quedará en un salón o en un gabinete  y que sólo el comprador podrá disfrutarla. La escultura pública tiene la posibilidad de exponerse en la calle, servir a un propósito, superar las generaciones y a la vez dignificar ciertos valores y personajes. Y por si esto fuera poco, puede ser disfrutada por todos y formar parte del patrimonio y de la cultura popular de la nación

-          ¿Cuál es su obra predilecta, con cuál aprendió más y cuál fue el mayor desafío?
Quizá mi favorita sea el monumento a Isabel la Católica, por lo que significa el personaje y por su sobriedad a pesar de la riqueza de la vestimenta. Con Blas de Lezo percibí en mí una evolución en la manera de trabajar, así que de alguna manera aprendí un nuevo método. Mi mayor desafío ha sido la última, el monumento al General Menacho, venía de sufrir un infarto agudo de miocardio y no sabía si mis capacidades físicas habían podido resentirse. Mover toneladas de barro y subirte al andamio para trabajar en el modelado de una escultura de 3,5 metros supone un esfuerzo físico, pero no noté nada diferente en mí , así que gané confianza y certeza de que podía continuar con mi profesión

-          ¿Hay esperanza de un nuevo resurgir en el arte que eleve nuestro espíritu como antaño?
Me temo que primero debe cambiar la sociedad. Actualmente, es muy difícil para un artista crear ese tipo de obra que requiere preparación, tiempo, técnica y medios. Los artistas actuales se han ido a los cómodo, a lo inmediato; ofrecen un producto rápido porque el mundo del arte es lo que reclama. El cliente ya no tiene paciencia, va a lo fácil. Al artista honesto le resulta muy difícil hacer entender que el arte que tiene un propósito social, didáctico y elevado, requiere tiempo. Y si de algo adolece la sociedad actual es de tiempo. No obstante, siempre quedará un reducto de artistas, guardianes del oficio y del espíritu, dispuesto a entregar lo mejor de si a un pueblo que luche por despertar

-          ¿Qué opina del nuevo arte, lo que otros llaman ‘no-arte’?
No es arte. Es un mercado. Se mercantilizan conceptos absurdos y a la vez sirve para blanquear dinero y dar de comer a un sinfín de personajes que sin ser artistas pulúlan alrededor: críticos, galeristas, curadores… El arte se crea en la soledad de un taller, no rodeado de un sinfín de palmeros que se precian de entender de arte porque han visto a un iluminado dar dos brochazos

-          ¿Qué otros artistas como usted ve que deben seguir el camino en el que están? 
Si te soy sincero, no sabría decirte. Me muevo en círculos artísticos muy concretos y no son precisamente las ferias y las galerías.  Si que tengo amigos artistas a los que veo a menudo, pero curiosamente apenas hablamos de estas cosas. Cualquiera de ellos sabe en qué camino está y que quiere transmitir. No estoy en condiciones de aconsejar que camino deben o no seguir, es algo muy personal y al final, depende de las circunstancias y las motivaciones de la etapa que estas viviendo.

-          Usted es muy amigo de Ferrer Dalmau. De alguna manera, parece que esta época ha aunado a grandes artistas de temas militares y patrióticos…
Augusto es un fuera de serie. El dominio que tiene sobre la composición y la luz es inigualable. Ha cubierto un vacio y el público ha respondido. En estos tiempos que vivimos se hacía necesario reivindicar que el pueblo español viene de un pasado glorioso y que es posible recuperar ese orgullo y esa nobleza de espíritu para construir unos nuevos cimientos que sustenten ese resurgir del que hablábamos antes

-          ¿Tiene relación esa deconstrucción de la esencia de nuestra cultura con nuestro debacle como nación? En muchas ocasiones, el gran público no ve más allá de la obra.
Es que no se educa en arte. Las escuelas aportan conocimientos de matemáticas, gramática o historia tergiversada, pero la misma asignatura de filosofía empieza a cuestionarse como materia de estudio. En los hogares tampoco hay interés en sentarse con los niños, abrir un libro de la Grecia clásica y ver cómo Fidias esculpió los relieves del Partenón. Pero esto no es exclusivo de España. Hemos cambiado intereses y prioridades. Ya no preocupa la deriva espiritual de un pueblo, sino la imagen que proyectamos a la sociedad. Mirándonos el ombligo es complicado que podamos ver más alla. Se hace imposible maravillarse ante la desnudez velada de la obra de Corradini o la exhalación involuntaria de Santa Teresa en el mármol de Bernini

-          Cuénteme sobre esa posible estatua sobre los Tercios…
Se conseguirá. Hay un movimiento muy potente detrás que está empujando para que así sea. Queremos que sea un monumento a los Tercios definitivo. Que se convierta en imagen representativa de los ejércitos españoles de los siglos XVI y XVII. Y queremos hacerlo bien. Nos asesoraremos con los mejores y nos reuniremos con quien haga falta para que tenga un emplazamiento digno donde cualquier español pueda fotografiarse con la representación de aquellos hombres. Actualmente estamos en la fase de buscar financiación, pero en próximas fechas tendremos buenas noticias al respecto. A partir de ahí, bocetos y trabajo. Mucho trabajo

lunes, 7 de mayo de 2018

Saluda a la Asociación de Antiguos Alumnos de los Colegios de la Guardia Civil

Reconozco que existe en mí un inexplicable impulso de respeto hacia el uniforme benemérito. No sé si tendrá algo que ver el hecho de ser nieto del cuerpo, pero con el transcurso de los años he comprendido que el tricornio, el casco o la gorra son mucho más que símbolos de integridad para quienes amamos a España.

He crecido con ellos. Sintiendo como propio, el frío en las carnes del Guardia Civil que va en auxilio del camionero que no puede subir el puerto de Guadarrama a causa de las nieves, o como propio también el calor asfixiante que transmite la frontera de El Tarajal aún a través del televisor. He sentido la presión irrespirable del Tedax acercándose a un artefacto sospechoso y también he apretado el acelerador de los barcos de vigilancia de costas. He sufrido el accidente de helicóptero durante un rescate de montaña en León y me he alegrado cuando el SEPRONA ha detenido a los pirómanos que queman nuestros bosques. He llorado cuando el terrorismo os asesinaba y he caminado orgulloso a vuestro lado en los desfiles. Y si, también he recurrido a vosotros cuando me he sentido en peligro, y he sentido su calor humano en uno de los lances más duros de mi vida.

Será porque la Guardia Civil acompaña nuestra vida cotidiana desde que tenemos uso de razón, o será porque la sociedad tiene asumido que no hay un cuerpo de seguridad que abarque tantos los aspectos de nuestra convivencia, pero el caso es que cada uno de vosotros formáis parte de lo que será nuestra experiencia de vida cuando echemos la vista atrás y recordemos quienes de entre todos los que se cruzaron por nuestra vida, nos tendieron la mano sin esperar nada a cambio; sólo por la satisfacción del deber cumplido y por ese “algo” que os empuja a formar parte del cuerpo de seguridad más querido por vuestros paisanos, y más admirado por las policías de carácter militar del mundo. Ese sentimiento que os nace de entrega a los demás es lo que os hace únicos y ejemplo vivo de los más nobles valores del pueblo español. Gracias.

 ¡Viva el Duque de Ahumada!¡Viva la Guardia Civil!



domingo, 4 de marzo de 2018

La Trascendencia de la Materia

Mi homenaje al gran maestro Venancio Blanco publicada en ABC el 23 de febrero de 2018



Nacido en la salmantina localidad de Matilla de los Caños del Río, Venancio Blanco bebió de las fuentes de la sobriedad castellana y de ese lento transcurrir entre las dehesas del Campo Charro. Su obra es reflejo de esa verdad que se revela en el corazón del hombre, cuando habiendo conocido la miseria y la grandeza del ser humano, la vida te señala el camino a seguir. Venancio Blanco, último exponente de esa generación de hombres que convirtieron el arte en profesión y la escultura en oficio, se nos fue tal y como vivió: con sencillez, sin necesidad de alardes ni de hacer ruido, sin anteponer su persona artística a su obra, dejando un legado perfectamente reconocible y definido.

La fuerza y potencia que imprimía a sus bronces le convirtieron en el poco frecuente «profeta en su tierra» ; y es que allí conservan con mimo y exquisitez obras como sus inconfundibles Vaquero charro y San Francisco de Asís. Su etapa como director de la Academia de Bellas Artes en Roma hizo de Venancio un escultor honesto y un maestro responsable de conservar el oficio a la vez que asumía que los nuevos tiempos exigían que rompiera las suaves líneas y los equilibrios visuales.
Raíces cristianas

La rotundidad que imprimía a sus obras era cada vez más acuciante, hasta que el genio salmantino descubrió que la seguridad con la que trabajaban sus manos, aquellas rectas y planos a los que sometía a sus piezas, no eran más que la fuerza creadora de Dios manifestándose en sus dedos. Su camino tornó hacia una sola dirección, la que daba sentido a su vida y a su obra.

Las raíces cristianas de la meseta castellana brotaron exuberantes y consagró su creatividad a explorar los símbolos de esa tradición espiritual de la que surge nuestra cultura y que sigue alimentando nuestras almas.

Venancio es, ha sido y será el paradigma de escultor que encontró su sitio y supo defenderlo, y es que si hay algo que pueda reprochársele, es haberse dedicado en cuerpo y alma a su profesión. Tan intensamente que decidió, generosamente, legar el oficio a los jóvenes creadores durante más de veinte años en su escuela de verano.

Ser Académico de Bellas Artes de San Fernando no hizo más que poner de relieve su genio artístico y una creatividad desmedida que pudo materializar gracias al mecenazgo privado y, esa fe que le mantenía en pie, dio fuerzas a su maltrecho corazón para seguir dando forma a la labor que «el de arriba» le había encomendado..

Sólo cuando su inseparable Pilar faltó de su lado, se abandonó a la tragedia de la vida y se dejó ir.

Al fin y al cabo, un escultor es hombre, y el hombre perecedero, pero su obra, su creación y su visión del mundo es eterna.

La muerte épica



4 de marzo de 1811. Badajoz. Plaza estratégica para las comunicaciones de los ejércitos napoleónicos. La ciudad lleva semanas sitiada por las tropas del mariscal Soult y, aún a sabiendas de que las posibilidades de recibir ayuda son cada día más improbables, los españoles resisten el fuego de artillería francés empujados por la determinación de su General, Rafael Menacho. Su respuesta a la última propuesta de rendición había sido un ¡Viva la Patria!, que días después seguía resonando dentro de los muros de la ciudad y contagiaba de ánimo, pundonor y coraje a los pacenses.


Hacía días que el General Menacho había decidido triunfar o morir en aquella plaza, y como era habitual en él, aquel 4 de marzo volvía a dirigir a sus tropas desde lo alto de la muralla. Sólo en una ocasión, cuando un balazo en la pierna le imposibilitó mantenerse en pie, guardó reposo dos días. Al tercero, sus oficiales le comunicaban que la población estaba alarmada por no ver a su General sobre la muralla, y apoyado sobre un bastón y su Sargento Mayor, volvió a tomar su posición habitual para dirigir las operaciones. Nunca más volvió a faltar de su puesto el General Menacho hasta aquella tarde del 4 de marzo; cuando presenciando los estragos que en las líneas franceses causaban los granaderos españoles, una bala de metralla le penetró por el costado, dejándole mortalmente herido. Apenas siete minutos duró su agonía, y en lugar de dedicarlos a sus seres queridos, se lamentaba por no poder seguir siendo útil a la Patria. Al fin y al cabo, días antes, presagiando su destino, don Rafael, elegante en el vestir, de buena presencia, amable, firme en el mando, eficaz, osado y buen conocedor de su oficio, se había despedido de su esposa:

“Si; cualquiera que sea mi suerte, vencedor o muerto, la tuya será siempre envidiable. Aquella es, dirán todos señalándote con el dedo, aquella es la mujer o la viuda, y aquellos son los hijos de Menacho”